Para algunos cada día al despertarse y ponerse en pie cada mañana comienza la aventura. Esa aventura que supone sobrevivir, esquivar la maldita providencia que les hizo nacer en un país pobre, en vías lentas de desarrollo, en una familia nómada, de color y de una etnia minoritaria.
La aventura, en ese caso, se torna desventura.
Para nosotros la aventura comenzó hace unos meses, cuando aceptamos el desafío de poner un grano de arena en ese terreno baldío, cuando decidimos acercarnos a ver in situ ese gran abismo que se fragua por la falta de recursos, por la carencia de ayuda verdadera para poder crecer, valerse por si mismos y poder así evitar arriesgarlo todo para arribar a esos paraísos para ellos soñados como es nuestro País.